“Sin la unidad, dejaría de latir el corazón de AA; sus arterias mundiales dejarían de llevar la gracia vivificadora de Dios; se desperdiciaria la dádiva que Él nos concedió. Los alcohólicos, obligados a volver a sus cavernas, nos lo echarían en cara diciendonos: «¡Qué cosa tan magnífica huiera podido ser AA!»
— Primera Tradición

El gran corazón de Alcohólicos Anónimos late gracias a la unidad. Cada grupo, cada servidor, cada conciencia informada, es como una célula que alimenta la vida del cuerpo entero. Cuando uno de nosotros asume un servicio —sea como RSG, MCD o servidor de área— se convierte en parte del sistema circulatorio de este gran organismo espiritual. Nuestra labor no es solo cumplir una tarea: es mantener el flujo de vida que lleva esperanza a otros alcohólicos aún sufrientes.

En nuestras manos está la responsabilidad de elegir con sabiduría y humildad a nuestros servidores de confianza. No elegimos a quien más nos agrada, sino a quien mejor puede servir. Porque detrás de cada voto hay un mandato espiritual: sostener la unidad para que el mensaje siga llegando intacto, fuerte y claro.

Los grupos poseen la autoridad fundamental, y delegan en sus servidores la responsabilidad de administrarla. Cuando esos servidores actúan con amor, transparencia y conciencia, el corazón de AA late firme; la gracia fluye por sus arterias; los vínculos se fortalecen; y el mensaje sigue alcanzando a quien más lo necesita.

Recordemos que la unidad no es uniformidad: es diversidad con propósito, servicio con amor, y responsabilidad compartida. Cada grupo, cada RSG, cada MCD y cada servidor de toda nuestra estructura, forma parte de este gran corazón que no puede dejar de latir.

Cuidemos el pulso de AA.
Porque si el corazón se detiene, el mensaje se apaga.